martes, 10 de junio de 2014

LA ENCRUCIJADA ESPAÑOLA Y EL CONGRESO EXTRAORDINARIO DEL PSOE. ELEMENTOS PARA LA REFLEXIÓN

Mario Salvatierra, Diputado de la Asamblea de Madrid y miembro de Izquierda Socialista
Desde el día en que el Rey Juan Carlos I anunció que abdicaba de su cargo los grandes medios de comunicación y los poderes económicos que los financian se lanzaron a la defensa de blindar el "orden constitucional". ¿Cuál es este "orden" que requiere tanta protección?
Es el pacto constitucional de 1977-78, la resultante Carta Magna, cuyos pilares esenciales son:
                1. La Monarquía parlamentaria como forma política del Estado español.
                2. El Estado autonómico como organización territorial.
                3. La economía social de mercado como columna vertebral del Estado social y democrático de Derecho.
                4. El Estado aconfesional como garante de que ninguna religión tenga carácter estatal.
                5. Los partidos políticos como instrumentos fundamentales para la participación política en el ámbito de la democracia representativa.
                6. El Tribunal Constitucional como intérprete supremo del texto constitucional, las disposiciones normativas o actos con fuerza de Ley, y última instancia para la resolución de los conflictos competenciales entre el Estado y las Comunidades Autónomas o de éstas entre sí.
                7. La incorporación de España con plenos derechos en el marco europeo, aunque dicha aspiración no se encuentra explícitamente formulada en la Constitución.
Pues bien, ninguna de estas instituciones se libra de experimentar un severo desgaste y, en consecuencia, están profundamente cuestionadas en la actualidad. Así las cosas, empeñarse en impermeabilizarlas con el único fin de mantener el actual statu quo lo único que logrará será ahondar aún más la herida de la indignación social y, sin duda, suscitará un clima de rebelión ciudadana, sobre todo en las generaciones que nacieron con posterioridad a aquel pacto constitucional.
UNIÓN EUROPEA
Empecemos por Europa. En una reciente entrevista, Romano Prodi (nada sospechoso de ser simpatizante de Syrisa o de Podemos) aseveraba: "Estamos al borde de abismo, suicidándonos. La austeridad es un grave error" (La Vanguardia, 08/06/2014). En efecto, el denominado "consenso de Bruselas" que nace como respuesta a la crisis de la deuda en 2010 tiene dos ejes devastadores para la mayoría de la población: por un lado, la estabilidad presupuestaria que obliga por ley a que los presupuestos cuadren y fija constitucionalmente la prioridad absoluta del pago de la deuda, impone el recorte de gasto social, la reducción de los salarios y de los impuestos y, por otro, impide al BCE activar una política económica expansiva con el fin de generar un crecimiento por encima del 3% y, con ello, fomentar realmente la creación de empleo. Consecuencias: aumenta la desigualdad entre ricos y pobres, las clases medias se fracturan, acrecienta el trabajo basura y, con él, asciende el precariado, los jóvenes vivirán peor que sus padres, el Estado de bienestar se devalúa y, lo que es más grave de todo, se ultraja a la democracia.
Quienes ahora exaltan con vehemencia el hecho de que la izquierda social y política no hiciera de la República casus belli y aceptaran la Monarquía parlamentaria porque lo fundamental era sacar adelante la democracia, ¿no se dan cuenta de que si no se solucionan cuanto antes aquellos parámetros del pacto constitucional, lo que inexorablemente ocurrirá será que la ciudadanía termine despreciando a la democracia? La supuesta solución- el inmovilismo, el gatopardismo, o los paños calientes- es el problema.
Parafraseando a Bill Clinton podríamos decir: "¡Es la democracia, estúpido!". La crisis empezó siendo financiera pero ahora ya es económica, política y social. ¿Van a seguir negando que la receta para salir de la crisis, la austeridad, sea la crisis en sí misma y que, por si fuera poco, está haciendo tambalear a la democracia como sistema de convivencia? El sueño del neoliberalismo es nuestra pesadilla.
ESPAÑA
Continuemos con España. En los últimos lustros, da la impresión de que la institución monárquica desea afianzar instauración de la Tercera República. Si en el pasado tuvimos noticias de las turbias relaciones económicas del monarca con Manuel Prado y Colón de Carvajal, Javier de la Rosa y Mario Conde, en el presente tomamos conocimiento del affaire con la princesa Corinna, la caza de elefantes en Botsuana y principalmente todo lo relacionado con el Caso Nóos, Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina. Si tiempo atrás se hacía la vista gorda, ahora con la crisis de por medio nadie está dispuesto a perdonar a nadie. La gente está demasiado agraviada y vive los privilegios como un oprobio intolerable.
El Estado autonómico se encuentra hondamente depreciado. Ya no sólo porque es incapaz de plasmar de un modo transparente y equitativo un sistema de financiación territorial que asegure la cohesión social y territorial, sino fundamentalmente porque los principios de descentralización política han sido implacablemente cuestionados por el nacionalismo español. Una derecha envuelta en la bandera española que los atacaba con profusión tanto en la calle como en el parlamento cuando estaba en la oposición y los soslaya olímpicamente cuando gobierna. La llave maestra es la renacionalización de España y la recentralización del Estado. Lo que de mala gana transigieron en el pacto constitucional, la existencia de nacionalidades y regiones, quieren revertirlo negando la existencia de distintas naciones en el territorio español. Cataluña, País Vasco y Galicia son naciones culturales, que no políticas porque para que lo fuesen tendrían que convertirse en Estados, y, sin embargo, la derecha y gentes de izquierdas que comparten las premisas del nacionalismo español rechazan el hecho de que realmente España sea una Nación de naciones. El mal llamado "encaje" de Cataluña en España se funda precisamente en la falta de reconocimiento de esta incuestionable realidad.
La reforma exprés de la Constitución en su artículo 135, hecha sin ninguna deliberación previa, a oscuridad y entre telones, el día 27 de septiembre de 2011, estableciendo el principio de austeridad presupuestaria y la prioridad absoluta del pago de la deuda, supone un definitivo mazazo al primordial objetivo de guiar la actividad económica bajo las reglas de la economía social de mercado. Con esta modificación se asume que no puede haber otra política económica que la que dicta el dogma neoliberal. Si no hay margen para otras políticas, si es fácticamente imposible rectificar el dictado del "consenso de Bruselas", ¿de qué y para qué sirve la democracia?
El modelo de Estado aconfesional, que no laico, evidentemente no aminora los problemas que plantea la religión en el espacio público. Al ser un híbrido entre el Estado confesional y el Estado laico, no acaba de delimitar la esfera del Estado y de la religión. La mescolanza radica en que, por una parte, sostiene que ninguna religión tendrá carácter estatal y, por otra, establece una especial relación privilegiada con la Iglesia Católica que se consuma en el Concordato con la Santa Sede. Además de no pagar impuestos de los bienes inmuebles de la Iglesia Católica, de obtener recursos financieros por parte del Estado, el principal inconveniente que tenemos es que la Iglesia Católica entierra cualquier pretensión de otorgarle un espacio racional a la enseñanza de la religión en la escuela. Se obstina en prescribir una sociedad de feligreses cuando lo que queremos ser es una sociedad de ciudadanos.
En sociedades complejas como la nuestra la única fórmula eficaz para ejercer la participación ciudadana es la democracia representativa y ésta se articula a través de los partidos políticos. Por tanto, si los partidos no encauzan las demandas de los sectores sociales que dicen representar - ya sea por impotencia ante los poderes fácticos, ya sea por desideologización para obtener mayorías electorales y, así, perder el rumbo de su auténtica razón de ser-, entonces no cabe extrañarse y/o renegar de la desafección ciudadana ante la política. Y cuanto más se aleje la gente de los partidos, mayor será el vaciamiento de la democracia. La izquierdas que cuestionan radicalmente a los partidos, como el grito populista "¡que se vayan todos!, se ajustan muy bien al intento del poder económico y financiero, absolutamente inmune al control democrático, de socavar el fundamento de la democracia. Democracia es control, limitación de poder y transparencia en la toma de decisiones.
La crítica burda y sin matices a los partidos políticos supone hacerle el juego a quienes aspiran sustituir la democracia por la oligarquía y la plutocracia. Es verdad que los partidos políticos necesitan extirpar los quistes del pasado en sus programas como también es forzoso que realmente impregne la democracia interna en su funcionamiento orgánico, pero no nos equivoquemos: son absolutamente necesarios. ¿Cuál es la cura? Democracia de partidos y democracia en los partidos.
Por último, nos queda hablar someramente del Tribunal Constitucional. ¿Ha sido este organismo neutral a la hora de dilucidar determinados recursos de inconstitucionalidad contra leyes o disposiciones normativas con fuerza de ley? ¿Han sido sus miembros independientes de los intereses que entran en juego en la resolución de sentencias? En la pregunta está la respuesta: no. La mayor prueba de su actividad torticera la ofreció en todo el proceso deliberativo del Estatuto de Cataluña y en la resolución del mismo dando sobradas muestras de que respondía a los apremiantes llamamientos del Partido Popular. Difícilmente, después de una actuación de este calibre, recobre con rapidez el respeto y la máxima consideración de la ciudadanía.
REFORMA CONSTITUCIONAL
Este breve y sencillo repaso por las columnas substanciales del pacto constitucional, nos permite concluir que si no abordamos con urgencia una reforma constitucional, nada se mantendrá en pie e iremos como caballos desbocados directos a la ruptura. Es el momento de alturas de miras, de ahuyentar el mezquino corto plazo, y de emprender una nada escuálida reforma constitucional. De lo contrario, el camino de la ruptura estará servido.

Por todo ello, no es asumible que a la hora de elegir al futuro secretario (o secretaria) General del PSOE este debate brille por su ausencia. La militancia del PSOE necesita saber, entre otras cosas, qué proponen los/as candidatos/as respecto a las cuestiones aquí abordadas. Y, ¡atención!, ya no valen las clásicas fórmulas de la mercadotecnia para salir al paso. Es época de encrucijada y, por consiguiente, momento para un liderazgo firme en las convicciones. Solamente de esta manera podrá recuperar el PSOE la credibilidad perdida. Esperemos buenas noticias...

martes, 3 de junio de 2014

DESPUÉS DE LAS ELECCIONES EUROPEAS: EL DILEMA DE LA SOCIALDEMOCRACIA


Juan Antonio Barrio, portavoz de Izquierda Socialista-PSOE
Respecto A la gran consecuencia en España, la convocatoria de un Congreso Extraordinario por parte del PSOE, tiempo habrá (aunque no mucho; la fecha es para el 19 y 20 de julio) de profundizar en los pormenores.
De momento baste decir que en mi opinión es un paso atrás. Lo procedente sería el adelanto de las Primerias Abiertas, con lo que podría suponer de apertura a la sociedad. El Congreso supone apelar a los procedimientos clásicos, y además sin dimisión de la Ejecutiva como sí sucedió en el caso de Almunia. Aquí la Comisión Ejecutiva Federal se queda hasta el Congreso.
Lo urgente no debe esconder lo importante. Un primer análisis a escala de los 28 países que celebraban elecciones muestra, que aún perdiendo 62 escaños, el Partido Popular Europeo (213) sigue siendo el primer grupo de la Cámara, seguido del Grupo Socialdemócrata (190, menos 5). A distancia de los dos primeros grupos; Liberales (64, menos 21), seguido de Verdes (53, menos 5), Conservadores (46, menos 10), Izquierda Unitaria Europea (42, más 7). Todo ello implica, más allá de la teórica posible alianza Socialdemócratas, Verdes, Izquierda Unitaria, un margen de maniobra muy amplio para el Consejo, y en definitiva, para Ángela Merkel, que puede proponer distintas fórmulas implicando acuerdos de los dos primeros grupos.
Si vamos por países, las victorias del Frente Nacional en Francia, de UKIP en el Reino Unido y de la Extrema Derecha danesa son enormemente preocupantes. Pero desde el punto de vista de la izquierda hay que resaltar dos cosas: el triunfo de Syriza (a la izquierda del PASOK) en Grecia, y el leve avance del SPD en Alemania, a pesar de ser Manfred Schültz, candidato a la Comisión.
Resaltemos también la debacle del socialismo francés y el triunfo socialdemócrata en Portugal y en Italia. España es el único país del sur de Europa donde no ha ganado un partido de izquierdas.
En resumen, la socialdemocracia debería encontrarse ante un dilema: o bien la colaboración con la derecha en posición subalterna o la autocrítica de esa actitud y la recuperación y regeneración de una identidad propia transformadora, con una política de alianzas orientada a la izquierda. Por desgracia, lo que se ha visto hasta ahora es un falso dilema entre dos actitudes de la primera posición. Una, es la alianza con el CDU en Alemania y puede llevar a una muerte lenta por asfixia. La otra lleva directamente al suicidio, inmolándose en apoyo a la derecha austericida, el PASOK en Grecia que sólo ha obtenido el 8% de los votos.
En España el dilema anterior se reproduce, los principales beneficiarios del claro debilitamiento del bipartidismo son IU (6 escaños, más 4), aunque con un sentimiento agridulce ante el éxito arrollador de Podemos, que irrumpe con 5 escaños. En un primer análisis de urgencia, este grupo parece haber capitalizado un sentimiento de hartazgo ante las izquierdas tradicionales, con un voto más joven, muy implicado en los movimientos y las redes sociales, y una izquierda menos acomplejada con el problema territorial (el número tres de la candidatura es Jiménez Villarejo, conocido por su posición no precisamente pronacionalista).
Pero el problema territorial existe, ERC consigue 2 escaños, el segundo para el ex socialista Ernest Maragall y algo tiene que ver con el éxito relativo de UPyD (de 1 a 4) y de Ciutadan´s (de 0 a 2).
Es más: la resolución del dilema a favor de una Gran Coalición con la derecha puede buscar, en España, la coartada del problema territorial. Frente a eso, la izquierda debería defender con contundencia una Reforma Constitucional en profundidad, en el sentido de un Estado Federal, pero incluyendo también la reforma del art. 135 de la Constitución, que prioriza absolutamente el pago de la deuda.



Posición del PSOE en el debate parlamentario sobre la Monarquía

Mario Salvatierra
3 de junio de 2014


         El día 11 de mayo de 1978 se debatió en el Congreso de los Diputados el último párrafo del artículo 1º del anteproyecto constitucional, el cual sostenía "categóricamente" que la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria. El Grupo Parlamentario Socialista solicitó a la Cámara la defensa de su voto particular. El ponente fue el compañero Luis Gómez Llorente. En estos momentos conviene rememorar su intervención, por un lado, para esclarecer los principios que guiaron al PSOE y, por otro, porque no hay socialismo sin memoria.
         La importancia de aquella sesión parlamentaria la remarca el mismo Presidente de la Mesa cuando señala la alta responsabilidad de los diputados de tratar con "delicadeza" la cuestión objeto de debate: la Monarquía. Pues bien, de la exquisitez exigida dio sobradas pruebas Luis Gómez Llorente en su memorable alocución y no por ello renunció a manifestar la radicalidad del posicionamiento del PSOE: la defensa de la República como forma de Gobierno.
         Dado que aquellas Cortes constituyentes expresaban la voluntad inequívoca de cambio del pueblo español y, por tanto, el deseo de ruptura con el régimen político de la dictadura, era necesario replantear la forma política del Estado y la figura del Jefe del mismo. Ninguna institución debía quedar a salvo. De este modo, se daba asiento a la convicción de que todo poder es legítimo en la medida en que es expresión de la voluntad popular libremente emitida.
         A partir de esa premisa, Gómez Llorente asevera: "Ni creemos en el origen divino del Poder, ni compartimos la aceptación de carisma alguno que privilegie a este o a aquel ciudadano simplemente por razones de linaje". Y para resaltar la diferencia entre el PSOE y el PCE de Santiago Carrillo, advierte que tampoco está dispuesto a aceptar la Monarquía como una "cuestión de hecho". En efecto, el PCE de entonces había dado por válida a la Monarquía por razones estrictamente coyunturales y/o pactos ocasionales, como si la institución monárquica no tuviera voluntad de perdurar en el tiempo. Luis Gómez Llorente afirma: "No somos nosotros de aquellos que pueden hacer el tránsito súbito en unos meses, desde el insulto a la institución y la befa a la persona que la encarna, al elogio encendido y la proclamación de adhesiones entusiastas con precipitada incorporación de símbolos o enseñas". No le faltaba razón: en la reunión del comité central ampliado del PCE (15 de abril de 1977) destellaba una bandera roja y gualda de grandes dimensiones a la vez que se manifestaba la promesa de apoyo a la Monarquía. Y, en sus "Memorias", Santiago Carrillo recalca: "Manifesté, sin ambages, nuestra aceptación de la monarquía parlamentaria y constitucional [...] afirmé que la izquierda debía apostar por un rey joven..." (1) El pilar de su argumentación residía en que si buscaba la República podía terminar perdiendo la democracia. Y para restar importancia al planteamiento del PSOE daba a entender que el apoyo explícito del comunismo a la Monarquía servía de cobertura a los socialistas para defender el voto particular a favor de la República.
         Sin embargo, Luis Gómez Llorente desmonta la acusación de la artimaña socialista exponiendo dos razones: primero, porque no es necesario ocultar nuestra preferencia republicana aunque hay ejemplos en que el socialismo, en la oposición y en el poder, no es incompatible con la Monarquía cuando ésta cumple escrupulosamente el respeto a la soberanía popular, es decir, cuando acepta sin traba alguna las transformaciones políticas y económicas que el pueblo desea en cada momento y, segundo, porque se atiene a un principio de honradez básico: la lealtad con el electorado socialista. Para ello, acude a una intervención de Pablo Iglesias en el Parlamento el 10 de enero de 1912: "No somos monárquicos porque no lo podemos ser; quien aspira a suprimir al rey en el taller, no puede admitir otro rey".
         Por otra parte, ningún conocedor de la historia se atrevería a afirmar con rigor la neutralidad plena de los magistrados vitalicios y hereditarios en los asuntos cruciales del Estado, ni situarlos más allá de las contiendas de intereses y grupos, porque el rey es un hombre y todo hombre tiene sus intereses, al menos los de la institución que él encarna: preservar el principio de herencia. Arguye Gómez Llorente: "[...] por mucho que desee identificarse con los intereses supremos de la Patria, no es sino un hombre, y su juicio es tan humano y relativo como el de los demás ciudadanos a la hora de juzgar en cada caso el interés común".
         Pero el socialismo no es republicano sólo por razones teóricas, por ser consecuente con el liberalismo radical, sino también por la propia historia del PSOE. El Partido Socialista se fundó en la época de la Restauración. ¿Cómo trató la Restauración a los socialistas? El único objetivo de ese régimen oligárquico era mantener sus privilegios aunque ello llevara a la clase obrera a vivir en condiciones indignas. Si bien en su programa máximo el PSOE no declaró la República como forma política del Estado porque su verdadera razón de ser radicaba en la emancipación de la clase trabajadora, en la primera década del siglo XX se produce la conjunción republicano-socialista con el fin de acabar con el caciquismo y conseguir un régimen democrático auténtico. Con tal de salvaguardar sus intereses, el régimen monárquico acudió sin rodeos a violar la Constitución: a la dictadura de Primo de Rivera.
         Y es en este momento de su exposición cuando Luis Gómez Llorente fija magistralmente la posición del PSOE. Oigámoslo: "Ved, Señorías, que en España la libertad y la democracia llegaron a tener un solo nombre: ¡República!".
         Si en el año 1978 el Partido Socialista no hizo de la forma política del Estado su causa principal era porque albergaba razonables esperanzas de que la Monarquía iba a europeizarse y sería plenamente compatible con la democracia. Por ello se aceptaba como válida la votación resultante aún sabiendo de antemano que saldría adelante la Monarquía parlamentaria como forma política del Estado. En la votación posterior el PSOE se abstuvo.
         He rememorado este trascendental debate porque en la actualidad, con la abdicación del Rey, volvemos sobre la cuestión de la Monarquía. Y no quiero pasar por alto un momento de la intervención de Gómez Llorente porque considero indispensable tenerla presente a la hora de tomar  nuestra decisión. Dice así: "Por otra parte, es un axioma que ningún demócrata puede negar, la afirmación de que ninguna generación puede comprometer la voluntad de las generaciones sucesivas. Nosotros agregaríamos: se debe incluso facilitar la libre determinación de las generaciones venideras".(2)

1.       Santiago Carrillo, Memorias, Editorial Planeta, Barcelona, 2008, pág. 833.

2.       Luis Gómez Llorente, Congreso de los Diputados, Diario de Sesiones, 11 de mayo de 1978.

jueves, 29 de mayo de 2014

SOBRE EL CONGRESO EXTRAORDINARIO DEL PSOE

SOBRE EL CONGRESO EXTRAORDINARIO DEL PSOE

Mario Salvatierra, diputado autonómico de Madrid y miembro de Izquierda Socialista


En las recientes elecciones europeas del 25 M,  el PSOE ha sufrido una derrota sin paliativos respecto al año 2009.  En todas las comunidades hemos perdido electores y en todas hemos sido incapaces de evitar el fenómeno de la abstención. Esta es la cruda realidad y nadie puede esquivar estos datos empíricos, aunque, por parte de alguien, exista la complacencia de pretender presentar un mal resultado como victoria territorial en comparación con otras regiones. Ya no caben subterfugios.

Este es el punto de partida y, en consecuencia, entiendo que ha llegado el momento de  adoptar medidas adecuadas a las circunstancias de emergencia en que se encuentra el PSOE. No caben paños calientes y, por tanto, necesitamos reaccionar conforme a lo que nos demanda la ciudadanía.
           
La ciudadanía nos exige gestos que hagan creíbles que estamos dispuestos al cambio, nos reclama un giro completo en nuestra forma de entender el papel de la política. Es decir, que nos debemos a ella y a nadie más.
           
Por estas razones, después de una detallada lectura de los  resultados electorales, considero  que no es admisible que la dirección del Partido pretenda resolver la crisis interna de acuerdo a los cánones de la vieja usanza, esto es, en un  teje y maneje entre los aparatos territoriales. Es hora de que la militancia opine y vote y de que no comisione su voto porque ya es muy mayor de edad.
           
Hubiera sido oportuno que nuestro Secretario General, Alfredo Pérez Rubalcaba, hubiese dimitido como respuesta al fracaso electoral e inmediatamente haber constituido una gestora. No ha sido así lamentablemente; no obstante, estamos a tiempo para arreglar el equívoco.

Si lo que se ha decidido es un Congreso Extraordinario -y no un proceso de primarias como hubiera sido nuestro deseo-, entonces no debemos hurtar a la militancia del Partido a participar en la elección de la Secretaría General del PSOE. Así como el/la candidato/a tiene que generar esperanza e ilusión en el futuro, que es lo que todos y todas reclamamos, su elección no tiene que carecer legitimidad de origen. Cualquiera sea el candidato o candidata que carezca de legitimidad de origen, estará irremediablemente cuestionado/a.

Por ello, es necesario  que, ante hechos tan consumados, previamente al Congreso Extraordinario los/as militantes del Partido puedan votar a quienes quieran presentarse a la Secretaría General del PSOE. Izquierda Socialista históricamente ha defendido la consigna "un militante, un voto" y ahora, más que nunca, estimamos que es el momento de aplicarla sin reparos.
Dado que esta propuesta requiere de la aprobación previa de un Comité Federal del Partido, se necesita que dicho Comité se convoque cuanto antes para tratar los temas oportunos y asimismo pido a todos/as los/as miembros del Comité Federal que estén de acuerdo con esta iniciativa que la apoyen de forma expresa.

Es imprescindible que el Comité Federal se convoque antes del Congreso Extraordinario y resuelva el procedimiento para elegir al Secretario/a General del Partido. No obstante, la elección del procedimiento no puede hacernos perder de vista el objetivo del Congreso: recuperar la credibilidad perdida. El procedimiento en sí mismo no resuelve los desafíos que tiene ante sí el Partido Socialista. Es ineludible hacer propuestas creíbles y realizables desde una posición de izquierdas para recobrar la confianza de la ciudadanía. Éste y no otro es el objetivo del Congreso.

Jueves, 29 de mayo de 2014

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IZQUIERDA SOCIALISTA - CORRIENTE DE OPINIÓN INTERNA DEL PSOE